domingo, 17 de marzo de 2013

El Vampirich.


El Vampirich.

Ahí estaba él, al fondo de la pulquería con la cabeza metida en un enorme vaso de… ¿agua? Llamaba la atención ahí echado, pálido y cenizo como muerto.

Me contó doña Perla, dueña de la pulquería “La Botijona”  viene aquí cada tarde ya a punto de cerrar y pide un vaso de agua no más; dicen que es un vampiro perseguido, pero yo siempre lo veo ¡ahogado en un vaso de agua!. De pronto el tal Vampirich de un salto llegó directo a la puerta y salió como una ráfaga de viento, salí corriendo detrás suyo, me intrigaba mucho, iba dando tumbos, volaba y caía cual hoja corriente hasta que lo vi caer en aquel callejón. Me acerque y él me miró con esos fieros ojos rojos, al instante se colgó del techo y desapareció. Durante varios días, nadie supo nada de él, pero una noche ya tarde, pasaba la media noche y me disponía al fin a descansar, cuando vi una sombra pasear por fuera de mi ventana, cosa rara pues yo vivo en lo alto de un edificio, me asomé y no vi nada, al poco rato escuche que llamaban a la puerta, atendí y no había nadie afuera; cuando me volví para cerrar, ahí estaba, blanco como estatua de  mármol, el Vampirich.

Me propuso contarme la historia de su desgracia, yo con los ojos como platos acepté.

Me dijo: Todo comenzó el día que probé el delicioso y repugnante sabor a muerte que tiene la sangre, me fascinó y lo odié al mismo tiempo; nunca me gustó la idea de cazar humanos, como fiera salvaje que caza a su presa. M e dispuse a cambiar el menú, comencé bebiendo vino tinto para engañar un poco la vista, pero me resultó asqueroso a eso siguieron jugos, refrescos y demás chatarras, pero eso sólo me enfermaba más. Hasta que vi ese líquido cristalino, inoloro, insaboro, que sació, mi insaciable sed… Desde entonces vivo y sobrevivo de éste tan vital líquido, por lo que mis congéneres me han declarado la guerra y encarnan esa persecución incansable hacia mí. Me han seguido por décadas y por mil y un lugares. Sólo en “La Botijona” he podido reposar, pero sé que pronto darán con mi paradero.

Su historia me conmovió y le propuse que se quedará conmigo, él aceptó. Nos volvimos buenos amigos.

Un día sin imaginarlo cuando volví a casa, lo miré ahí tumbado, sin vida, con tres heridas de las que emanaba simple agua. Sufrí mucho, ¡Mi amigo, lo han encontrado!

Tiempo después, extrañamente tope con uno de ellos, me pareció extraño, sólo se presentó ante mí, simple. Pensé que moriría en el acto al ser cómplice del traidor, más aquel singular personaje saco de su bolsillo una botellita de agua y bebió hasta la última gota. Me sonrió sarcásticamente y desapareció; vaya ironía, mi querido amigo, Vampirich ¡Un tributo a tu agonía!

 

 

Mi encuentro con él..


Mi encuentro con él, con Karla y conmigo.

 

Jugueteábamos en las templada aguas ese día, los más viejos decían que no debíamos estar tan cerca del arrecife de coral, que había peligros, que los hombre venían en sus máquinas de dolor

a capturar a todo aquel que se le durmiera el gallo; pero era tan cristalina y suave la marea, había tanta luz, cálida luz...

Habíamos estado correteando por ahí debajo del sol durante tanto tiempo que ni nos dimos cuenta cuando todo empezó, una sombra inmensa cayó sobre nosotros, de pronto una red, otra red, nos vimos emboscados, empezaba una tormenta, los hombres empezaron a alzar sus anclas, redes y todos sus demás instrumentos de tortura rápidamente, tratamos de huir también ante aquella amenaza. La lluvia empezó a golpear la enorme piscina azul  de nuestro mar, fortísimos ruidos, rayos que envolvían con una luz tenebrosa las aguas; el pobre barco "Karla"  se movía bruscamente mientras que, torpes los marineros trataban de huir hacía la bahía. Como si fuera una pizca de arena, se meneaba golpeando nuestros adorados, coloridos corales, destruyendo el hogar de muchos... destruyendo muchas especies a su paso. Los hombres salían nadando y gritaban -¡Auxilio, hombre al agua!- -¡Auxilio!- pero ni toda su tecnología contaminante pudo salvarlos. Uno de ellos, el último en abandonar la embarcación, golpeo su cabeza contra un mástil que había caído minutos antes, cayo inconsciente hacia el fondo del mar; el hombre traía una medalla, un saco y un gorro imponente, era corpulento y barbudo. De pronto, justo cuando me acerque a husmear un poco el monstruo ese abrió sus horribles ojos peludos ¡A que susto! me miro con perplejidad y en ese momento los dos nos quedamos fríos. Me dio pena el pobre, pensé en lo feo que se siente estar sin aire, pues una de tantas veces que salí a vaga una ola enorme me arrojo fuera del agua, sentía quemarme vivo, afortunadamente un hombre me vio y me regreso al agua; lo único que pudo pensar mi diminuto cerebrillo fue en mostrarle un camino hacía la superficie, el mar seguía como alma que lleva el diablo, pero yo era un aventurero, así que debía cumplir mi deber. Me siguió entre lo que quedaba de los esponjosos corales, sintiendo esas cosquillitas de la espuma que forman las olas, mis compañeros miraban atónitos mi osadía, más yo me sentía el héroe; lo guié hasta la Isla donde pudo llegar a la playa y tomar de nuevo una bocanada de aire; al llegar parecía desconcertado por mis acciones pero aun así muy agradecido, me tomo entre sus manos resbalosas y  me sonrió...

Ahí fue donde lo recordé, esa sonrisa, esos horribles dientes, era él, otra vez, era él y yo...

 Volvió a depositarme en el agua. Estando ahí, corrí de vuelta con mis amigos y más tarde pudimos ver que arrastraban los restos de esa nave hacia la superficie totalmente destruida. Sólo entre los corales quedó un pedazo de lámina que decía "Karla". Desde entonces he vuelto a esa playa, donde aquel hombre volvió a nacer y ese hombre ha vuelto a esa playa donde un pececillo lo vio volver a la vida. Regresamos cada tanto a mirar un ocaso... Un ocaso que nos recuerda aquel día en que nació nuestra extraña amistad.

 

La última.


La última.

Salí a dar mi rondín por el barrio, como de costumbre; disfrutaba de los sucios tejados, las grises nubes haciendo figuras borrosas, la luna con su blanquecina luz haciendo obscuras sombras y el viento soplándome, fresco, húmedo, despejante.

Iba volando de aquí para allá, de allá para acá, entonces, percibí aquel aroma dulce, tentador, como flores de primavera, era exquisito. Seguí el rastro que mi fino olfato lograba percibir, llegue a una pequeña ventana en el ático de una casa con techo a dos aguas, con rojo tejado y puertas de madera, vi que aquella ventana tenía apenas una rendija abierta, por donde se filtraba el delicioso olor y se hacía cada vez más cálido, palpitante y dulce. Logre entrar, ahí estaba ella, joven, de piel delicada y perfecta, blanca, tersa, con labios que los mismos pétalos de una rosa envidiaría y rizados cabellos cobrizos. Tenía puesto un camisón satinado blanco que la hacía ver más pura que una virgen plasmada en un cuadro. El increíble aroma me excitaba, me enloquecía; no lo podía evitar. Me acerque olí, la recorrí, la admire, la desee y por fin, me pose sobre su delicado, delgado, aromático cuello y….  ¡Pas! …. Morí en sus virginales, hermosas y deseadas manos.

viernes, 15 de marzo de 2013

Santino.

Tu carita, redonda pelotita
Quesitos cubitos tus dientitos de ratón
Bigotes de leche chiquillo panzón
Pasito a pasito caminas, tortugón, llegando a prisa a mi corazón
Con mis largas cadenas te quiero apresar
Fierilla traviesa te voy a alcanzar
Alimento de amor, a besos comerte voy a empezar
Cuando de blanco te vista osito polar
Como una brujita me vas a hacer volar
Yen la hora del conejo llegar
con muchas caricias vas a soñar.