domingo, 17 de marzo de 2013

Mi encuentro con él..


Mi encuentro con él, con Karla y conmigo.

 

Jugueteábamos en las templada aguas ese día, los más viejos decían que no debíamos estar tan cerca del arrecife de coral, que había peligros, que los hombre venían en sus máquinas de dolor

a capturar a todo aquel que se le durmiera el gallo; pero era tan cristalina y suave la marea, había tanta luz, cálida luz...

Habíamos estado correteando por ahí debajo del sol durante tanto tiempo que ni nos dimos cuenta cuando todo empezó, una sombra inmensa cayó sobre nosotros, de pronto una red, otra red, nos vimos emboscados, empezaba una tormenta, los hombres empezaron a alzar sus anclas, redes y todos sus demás instrumentos de tortura rápidamente, tratamos de huir también ante aquella amenaza. La lluvia empezó a golpear la enorme piscina azul  de nuestro mar, fortísimos ruidos, rayos que envolvían con una luz tenebrosa las aguas; el pobre barco "Karla"  se movía bruscamente mientras que, torpes los marineros trataban de huir hacía la bahía. Como si fuera una pizca de arena, se meneaba golpeando nuestros adorados, coloridos corales, destruyendo el hogar de muchos... destruyendo muchas especies a su paso. Los hombres salían nadando y gritaban -¡Auxilio, hombre al agua!- -¡Auxilio!- pero ni toda su tecnología contaminante pudo salvarlos. Uno de ellos, el último en abandonar la embarcación, golpeo su cabeza contra un mástil que había caído minutos antes, cayo inconsciente hacia el fondo del mar; el hombre traía una medalla, un saco y un gorro imponente, era corpulento y barbudo. De pronto, justo cuando me acerque a husmear un poco el monstruo ese abrió sus horribles ojos peludos ¡A que susto! me miro con perplejidad y en ese momento los dos nos quedamos fríos. Me dio pena el pobre, pensé en lo feo que se siente estar sin aire, pues una de tantas veces que salí a vaga una ola enorme me arrojo fuera del agua, sentía quemarme vivo, afortunadamente un hombre me vio y me regreso al agua; lo único que pudo pensar mi diminuto cerebrillo fue en mostrarle un camino hacía la superficie, el mar seguía como alma que lleva el diablo, pero yo era un aventurero, así que debía cumplir mi deber. Me siguió entre lo que quedaba de los esponjosos corales, sintiendo esas cosquillitas de la espuma que forman las olas, mis compañeros miraban atónitos mi osadía, más yo me sentía el héroe; lo guié hasta la Isla donde pudo llegar a la playa y tomar de nuevo una bocanada de aire; al llegar parecía desconcertado por mis acciones pero aun así muy agradecido, me tomo entre sus manos resbalosas y  me sonrió...

Ahí fue donde lo recordé, esa sonrisa, esos horribles dientes, era él, otra vez, era él y yo...

 Volvió a depositarme en el agua. Estando ahí, corrí de vuelta con mis amigos y más tarde pudimos ver que arrastraban los restos de esa nave hacia la superficie totalmente destruida. Sólo entre los corales quedó un pedazo de lámina que decía "Karla". Desde entonces he vuelto a esa playa, donde aquel hombre volvió a nacer y ese hombre ha vuelto a esa playa donde un pececillo lo vio volver a la vida. Regresamos cada tanto a mirar un ocaso... Un ocaso que nos recuerda aquel día en que nació nuestra extraña amistad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario